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El fin de semana pasado que terminó el domingo 12 de marzo no se veía un evento financiero y bancario tan grave como el que sucedió hace quince años -2008- con la quiebra de Lehman Brothers, que abrió la puerta a la peor pesadilla sistémica global en décadas por aquel entonces.
Fueron 48 horas -las del fin de semana pasado- donde una pequeña muestra del sistema bancario estadounidense se veía comprometido como nunca desde hace más de una década.
Se trata del colapso –segunda mayor quiebra de una institución financiera bancaria en Estados Unidos- del Silicon Valley Bank [SVB], un banco con más de US$ 200.000 millones en activos que de acuerdo con economistas y firmas gestoras de activos puede abrir espacios o niveles de afectación contra agentes económicos globales.
El 14 de febrero pasado, la revista Forbes indicó que el SVB “era uno de los mejores bancos en los Estados Unidos en 2022”; la consultora y firma de auditoria KPMG aprobó las cuentas del SVB dos semanas antes de la intervención de las autoridades: revisó las cuentas del 2022 pero KPMG no advirtió el riesgo de concentración de cartera o salida de depósitos por ejemplo, según medios y agencias.
Ello reavivó el recuerdo de Lehman Brothers y las calficadoras de riesgo en 2008.
La mayor parte de los clientes del desaparecido SVB correspondían a emprendimientos alrededor de empresas jóvenes vinculadas al sector tecnológico, en concreto las llamadas “empresas puesta en marcha” conocidas en inglés como startups.
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Este tipo de emprendimiento era riesgoso, y levantar capital para el perfil de sus proyectos u operaciones en marcha observaba una trayectoria peligrosa.
No obstante el nivel de riesgo de las “empresas puesta en marcha” o startups, estas lograban determinado apalancamiento –ya sea con recursos propios o de terceros como capital semilla u otros- y estos recursos eran depositados en el SVB.
Eran tiempos donde el capital de largo plazo registraba una tasa de referencia de corto plazo del Sistema de la Reserva Federal [FED] o banco central de los Estados Unidos de niveles 1,75% [2019] que tocaron pisos de 0,25% [2020]. Hoy anotan un techo de 4,75%.
Los índices de liquidez del SVB iniciaron una trayectoria con señal alcista y los reguladores no activaron las señales de alarma correspondientes, en simultáneo el SVB diseñó una cartera –según economistas, bancos, fondos y firmas gestoras consultadas- “extremadamente concentrada”.
Bonos hipotecarios y Letras del Tesoro explicaron un portafolio en la mesa de tesorería del SVB –al cierre del 2021- de US$ 128.000 millones o 64% de sus activos, y de momento las autoridades federales sin señalar un nivel de concentración de cartera importante.
Tras la inflación global, sistémica y prolongada 2021 y 2022, muchas empresas en marcha y con un ecosistema complejo de tasas de referencia de corto plazo [para combatir la presión de precios] no observaron que el capital registró condiciones que correspondían a un endurecimiento desde el mercado de dinero y de créditos.
“Las cosas eran fáciles para estas statups como en pandemia cuando el dinero fluía y las apps [aplicativos digitales] eran la ‘moda’; y los chicos detrás de estas modas o no les importó o no se preocuparon por aprender de finanzas; y a sus banqueros menos les interesó enseñarles de finanzas”, advierte un operador de tesorería desde Ciudad de México que pide confidencialidad.
“Se creyeron eso del emprendedor carismático, cuando detrás de un teléfono o dispositivos inteligentes no hay emprendedores; hay mucha investigación y desarrollo de tecnología pagada y financiada mayormente por el Gobierno. Por el Estado y no precisamente por bancos privados”, añade.
Las empresas en marcha –durante el 2022- y ante este escenario, iniciaron el proceso de retiro del dinero depositado en el SVB que ató de una salida de US$ 16.000 millones; en 2023, cuando se registró el colapso, el retiro de depósitos fue de US$ 42.000 millones.
La venta de activos y de cartera por parte del SVB no dio la talla, resultando en pérdidas por US$ 1.800 millones.
La Corporación Federal de Seguros de Depósitos o Federal Deposit Insurance Corporation [FDIC] intervino pero no como en 2008 donde se salvaguardó los intereses de los accionistas de los bancos, sino de los depositantes y clientes.
En economías como el Perú se conoce como “Fondo de Seguro de Depósitos”, y a propósito de la crisis del 2008 el Gobierno de Barack Obama diseñó este mecanismo; el mismo que fue debilitado –según economistas y firmas gestoras de activos- por la administración del expresidente Donald Trump y los lobbys bancarios alrededor del Congreso por considerarla “demasiado intervencionista”, según las fuentes.
“El problema es que cubre un máximo de US$ 250.000 por empresa; por ello la FDIC solo brinda cobertura al 12,5% de los depósitos”, dice la fuente citada en reserva.
“Hay empresas que por los lobbys -que ablandaron los alcances del FDIC- se quedan fueran de este, entre ellas las de las criptomonedas”, agrega.
Las oficinas del SVB de Alemania, Suecia, Dinamarca, China, Israel, Reino Unido se han declarado en quiebra.
El contagio ha llegado al mercado bursátil registrándose un impacto sólido sobre las acciones de bancos estadounidenses regionales –de pequeña a mediana alzada- y en ello ha destacado el Signature Bridge Bank con US$ 110.000 millones en activos –que de momento- ha recibido una sanción de intervención por parte de las autoridades reguladoras bancarias de los Estados Unidos [circuito de Nueva York].
Otro banco especializado en divisas digitales y servicios tecnológicos, el Silvergate Bank también es sometido a escrutinio.
Tanto la FDIC, como la FED y la Secretaria del Tesoro [ministerio de Economía estadounidense] ya deslindaron de cualquier ayuda hacia los banqueros “como en los viejos tiempos”, indicó el operador de tesorería desde Ciudad de México en alusión a lo que ocurrió en 2008 donde fueron los contribuyentes los que rescataron a los bancos que provocaron –directa o indirectamente- la crisis sistémica global.
“Lo que han dicho las autoridades y el mensaje que ha enviado hasta el mismo presidente [Joseph] Biden es que van a dejar quebrar a los bancos que tengan que quebrar y sancionar –hasta con cárcel si detectan fraude- a sus directores y gerentes; y que más bien van a proteger a los depósitos y a los depositantes, sean personas o empresas”, advierte la fuente en confidencialidad contractual.
Desde este escenario, dicen economistas y firmas gestoras de activos, se abren tres frentes: cómo se rescatarán los depósitos –personas y empresas- y si el contagio podrá ser global y sistémico, y tercero si habrá –el próximo 22 de marzo cuando se reúnan las autoridades de la FED- una subida de la tasa de referencia de corto plazo o se quedará en plano.
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